Este es el blog deprimente que escribo, jaa

(riéndome del abismo)

miércoles, 28 de mayo de 2014

Clash

Estoy pasando en el bondi por la esquina del viejo clash y me acuerdo de la sensación de que ese lugar me dio algo de diversión y pertenencia. En esa época tenía un buen grupito de compañeros de tragos y drogas, y así pasaron fines de semana tapados por whisky barato, ginebra con schweppes tónica o vodka con salus naranja, comprados en la estación de uruguay y libertador o en el 24 hs que está cerca de la plaza del entrevero. Birra no tanto porque era cara y no pegaba. Birra sólo cuando entraba al clash, porque venía con la entrada (creo).
La primera vez que entré, me enamoré de los sillones (no conocía boliches donde se hicieran toques y hubiera sillones) y del olor a húmedad, que le daba un mayor aire a antro. Cuanto más marginal, más a gusto.
Me acuerdo de estar sentada en un sillón y que un flaco me pida prestada una tarjeta para tomarse un pase y que, después, me convidara con keta a modo de agradecimiento. Después, quedar ahí mirando sucesiones de la misma imagen repetirse, como cuando mirás el reflejo de un espejo en otro.
Hubo otra vez en que yo estaba afuera. Habíamos comprado petacas de whisky en un autoservice cerca del casino y habíamos ido a hacer puerta o algo así. Yo me tomé media petaca de un trago, vomité y me tomé el resto. Algún ex me miraba desde su grupo de gente.
Otra vez, recuerdo estar volviendo a casa ya de día, cayéndome de sueño (arriba de gente) en un 106 - Rafael, pasarme, terminar en el destino, volver a casa con el sol de las 10 am partiéndome los ojos. Entrar de alguna forma a casa y acostarme. Despertarme a la tarde y no encontrar la pollera que tenía puesta la noche anterior. Buscar entre el caos y no encontrar. Preocuparme y morirme de risa pensando que había vuelto solo con el buzo largo que había llevado. Preocuparme, reírme, y no recordar si había pasado algo más (¿A quién me habría cogido?, ¿Dónde?). A la semana siguiente, encontrar la pollerita enrollada dentro de unas medias de nylon y sentir alivio. Y un poco de desilusión, porque ya no podría contarle a los nietos que no voy a tener, que, cuando era joven, su abuela volvió a casa sin la pollera.
Ya el bondi se aleja y agarra por cerrito. Ahora ya no hago esas cosas; ya no hay lugares que me diviertan o a los que sepa que puedo ir siempre y encontrar a alguien que esté en la misma que yo. Yo ya no sé en qué estoy.

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