Este es el blog deprimente que escribo, jaa

(riéndome del abismo)

miércoles, 1 de octubre de 2014

Anti-héroe

La gente habla de salvar una vida como si fuera un acto de heroicismo puro. Lo ves en las pelis yanquis; drama, sangre, el héroe que sacrifica su vida por salvar la de otros inocentes, etc.
Boludeces.
Bueno, capaz no tan así, pero en parte sí.
En más de una ocasión, salvé un par de vidas. Normal.

Salvataje #1
Contaba con la tierna edad de 15 añitos. Tenía el pelo verde flúo y caminaba rumbo a la playa junto a mi demente y amada madre. Mi barrio nunca se caracterizó por su eclecticismo, así que los gritos de "ridícula", sumado a insultos varios, no tardaron en llegar. Mi querida y centrada madre no tuvo mejor idea que pararse frente a uno de los individuos (eran cuatro tipos que estaban jugando a las cartas en la vereda) y amenazarlo con una navaja. El tipo le sacó la sevillana de las manos y se la puso en el cuello. Lo único que atiné a hacer fue ponerme en medio y decirle al tipo que por favor no la matara. Mi madre no me habló en el resto de la tarde y, cuando yo intentaba decirle algo, me contestaba mal o simplemente me ignoraba.

Salvataje #2
La noche de alguno de mis cumpleaños, me llama mi alcohólico amor del momento para decirme que se va a matar; que no va más, que no importa nada, mujer! y que nada iba a hacerlo cambiar de opinión. Mientras cae el celular que le había hecho comprar a su madre para ponerme en sus números gratis y poder hablarnos, la llamada sigue y escucho el ruido de la silla a la que se sube para treparse a la ventana y ponerse la cuerda al cuello. Después, el tirón cuando salta y queda colgando. Mi única reacción fue llamar a su casa desde el teléfono de línea de casa (el mismo que muchos me dijeron que no tenía sentido tener con línea, ya que sólo lo usaba para internet). Me atendió el hijo de la hermana, que tendría 10-12 años. Le dije que fueran al cuarto del pibe. Desde el celular escucho los gritos de la madre cuando entra al cuarto, pidiéndole al marido de la hija que lo descolgara, los gritos de la hermana, el ruido cuando lo levantan... Corté.

Salvataje #3
Recientemente me encontraba en Buenos Aires, en la casa de un amigo muy querido. Me levanto a la mañana. Era feriado. Bajo hasta la casa de la abuela y me siento a la mesa. Llega mi amigo y su madre, quienes también ocupan un lugar. Estoy revisando el celular y noto que del techo cae un polvillo fino. No hago caso. Luego siento un "cric", acompañado de más polvillo, después otro y otro. Digo, en broma, "¿Qué onda? ¡Se va a caer el techo!" y me río, pero en seguida se siente un ruido más fuerte, casi como una explosión. Reacciono y digo "¡¡Vamos, que se cae el techo en serio!!". Corrimos poco más de un metro, hasta la habitación contigua y, antes de alcanzar a darnos vuelta y mirar, ya se había derrumbado todo el cielorraso, con bloques de hormigón y ladrillos partidos. La mesa de cármica con un un agujero del tamaño de una pelota de fútbol y una pata partida, el ventilador de techo todo deformado, sillas de metal abolladas, una botella de agua aplastada (y una pared mojada con la explosión del líquido), mi campera toda agujereada, pero mi amigo, su madre y yo, sanos y salvos.


Nunca había tomado conciencia del hecho de haber salvado, realmente, la vida de algunas personas, hasta el momento en que le conté a mi sicóloga sobre el salvataje #2 y me dijo "Tamara, ¡le salvaste la vida a una persona!", y yo "Ah, si... puede ser". Después me acordé del primer caso y caí en que también. El último caso fue el único donde me lo agradecieron en el momento. Igual nunca voy a ser como Bruce Willis. Fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario