Me acuerdo esa noche que pasamos durmiendo en el piso, tapados con una bandera anarkista, en medio de puchos viejos y cucarachas muertas.
Y pensaba en mi novio, de a ratos, y en cogerte, aunque no me dejaste.
Me dejaste, eso sí, unas marcas en el cuello que fueron el principio del fin (era imposible sostener la mentira y nunca me gustó mentir).
Esa fue nuestra primer noche juntos en el cuarto embrujado.
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