La primera vez que puede irme de vacaciones, tenía cerca de 20 años. Fui a Piriápolis (Punta Fría, mejor dicho), a la casa de un amigo del liceo. Nunca me voy a olvidar cuando íbamos subiendo una calle empinada rumbo a la casa, nos envolvía la oscuridad por completo y vimos muchas más estrellas que en toda nuestra vida. No volví a ver tantas ni con tal brillo de nuevo. No saqué fotos (no había celulares en esa época y las cámaras digitales eran caras), pero la imágen permanece en mi mente, recuerdo de recuerdos de recuerdos que cada tanto resurge.
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