Nada más bizarro que limpiarse el culo y que el papel salga manchado de sangre; esa sangre oscura y brillante de la menstruación.
La primera vez que me vino, tenía 11 años casi recién cumplidos. Había venido hacía poco de Tacuarembó con mi vieja. Estábamos en lo de mi abuelo mientras el apartamento de el Euska quedaba pronto para mudarnos (hubo una época en que no fui parte de este barrio... increíble).
Me acuerdo de ir al baño y verme la bombacha toda llena de sangre. Mucha sangre rojiza-amarronada; tibia. Me limpié un poco con papel higiénico y fui a decirle a mi vieja. La muy boluda no me creía y me hizo mostrarle. Y ahí fuimos a comprar adherentes. Como obviamente no teníamos un mango, compramos los más baratos. En esa época eran los "Cisne". Qué cosa más incómoda! Eran gruesos; sin alas... en fin, una garcha!!
Menstruar para mí era re incómodo. No me acostumbraba a los adherentes de mierda esos. Los sentía todo el tiempo. Como no tenían alas, se me movían para todos lados. Eso, en una niña tan activa como era yo de chica, era lo peor que me podía pasar.
Y eso no era nada comparado con las veces que, más de grande, no tenía plata ni para comprar siquiera de los más berreta. Llegué a usar cachos de algodón envueltos en papel higiénico; pedazos de toalla y papel higiénico solo.
Todo aquel que alguna vez se curó una herida, sabe que el algodón se pegotea con la sangre. También sabrán que el papel se deshace cuando se moja. Imaginen lo que fue tener 15 años y tener que ir a estudiar con un pedazo de algodón entre las gambas, perseguida todo el tiempo de que se me fuera a mover; que la sangre traspasara el algodón; etc. Piensen lo que era cambiarme eso, todo pegoteado; el papel deshecho.
Por suerte alcohol nunca faltaba en casa (y si faltaba, le entraba al recti; de una).
Ahora uso tampones.
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